El coronel tiene quién le escriba.
viernes, 11 de agosto de 2017
jueves, 26 de noviembre de 2015
No te debo nada.
Te di lo mejor de mí
hasta en esos momentos en los que sentía que no era nadie. Te di todo lo que
pude y más.
Aquellos domingos que
debería haber estado estudiando y sin embargo los pasaba en casa viendo
películas juntos, aquel dinero que debería haber ahorrado y lo gasté
invitándote a cenar. Aquellas ganas de conocer mundo que perdí porque tú no
podías ir a conocerlo conmigo.
Te lo di todo y más.
Eso es lo malo de
enamorarse, que lo das todo y te quedas sin nada.
Aun así me dices que te
lo debo. Que te debo todo eso por haberte hecho daño, que la indiferencia con
la que me tratas es normal ante tus ojos, que no merezco más.
No, lo siento.
No te debo nada porque desde
el principio te lo di todo.
miércoles, 18 de noviembre de 2015
Ella era hermosa.
De verdad que nunca
quise hacerle daño. ¿Cómo iba yo a querer dañar a lo más bello que había pasado
por mi vida? Les juro que era hermosa. No, no exagero. Se despertaba por las
mañanas con su melena larga y alborotada, sus labios hinchados de tanto dormir con
la mano apoyada en el brazo… joder, era hermosa. Hasta el resto de baba que
quedaba en la comisura de sus labios era hermoso.
No pueden imaginar lo
guapa que estaba preparando el desayuno en sujetador y pantalón largo de
chándal, no pueden imaginar el bello sentimiento que transmitía cuando me
besaba la mejilla y me decía que cada día me quería un poquito menos y me
mentía un poquito más. No se lo pueden ni imaginar.
No quise hacerle daño.
Era, es y será perfecta.
Sus ojos marrones, tan
comunes como únicos. Ni siquiera me gustaría que realmente se imaginaran lo
perfecta que es porque todos y cada uno de los que lo supieran la querrían a
su lado.
Ojalá pudiera
explicarle que a pesar de que todas me juren bajarme el Sol, yo sólo estoy
dispuesto a ver las estrellas con ella. Ojalá no hiciera falta tener que
explicar nada.
sábado, 7 de noviembre de 2015
'Cada tanga, cada broche, saltan en pedazos cada noche
hasta que al partir su calor, se fugó con su olor.
Sudando a tu ritmo, podría pasar la vida solo en un atisbo
tu juego lascivo supera con creces lo que nunca esquivo.
Y es que solo sé escaparme entre tus piernas va mi cruz
la única que yo venero: esa eres tú.
No creo en Dios ni en el destino, sólo en lo que pisan mis pies,
en los ojos que he mirado y en los que me puedo ver.
Tú que me lo has enseñado, puede ser en mi ataúd,
que en la vida, el Rock&Roll y el sexo, todo es actitud'.
Queríamos matarnos.
Quise demostrar que no
era amor lo que sentía. Estaba claro, yo no lo quería ni cabía una oportunidad
de que eso ocurriera. Era imposible que dos personas como nosotros nos
enamoráramos, sólo había que mirarnos, no nos soportábamos. Discutíamos y
follábamos. Quizá, esa era la mejor parte de todo; que nos odiábamos tanto que
queríamos matarnos y, entonces, nos matábamos a polvos todas las noches.
viernes, 6 de noviembre de 2015
Imaginé que no era una imaginación.
Iba por la calle
mirando al suelo sin ni siquiera pensar en nada. Vi a una muchacha que provocó
que mis pupilas se dilataran. Qué belleza tan simétrica, qué ojos tan
llamativos. Seguí caminando durante un buen rato sin poder quitármela de la
cabeza.
Me imaginé acercándome
a ella, invitándola a un café. La imaginé diciéndome que el café no le gustaba.
Imaginé que yo le decía que a mí tampoco, pero que era una excusa para pedirle
dejarme pasar tiempo a su lado sin parecer un acosador.
Imaginé que congeniábamos,
que no podíamos parar de reír y que en algún momento de la tarde nuestras manos
se rozarían inocentemente. Imaginé que, quizá en algún momento, podría
aprovechar un despiste y mirar su exuberante escote y deleitarme la vista con
aquel hermoso panorama. Preferí no imaginar que me pillaba mirándolo y
comenzaba a llamarme depravado.
Imaginé que aquella
tarde terminaría en el piso de alguno de los dos, con una botella de vino y una
charla animada. Imaginé que no necesitaba tres citas para pensar en sexo. No
podía imaginarla desnuda, era algo que merecía la pena esperar a ver en la vida
real.
Imaginé el olor de su
cabello, la cara que pondría cuando se pusiera celosa y cómo sería su carácter.
Imaginé que estábamos locos el uno por el otro y que no era una imaginación
todo lo anterior.
Imaginé que de verdad
no era una imaginación porque si no, significaría que soy un psicópata que se
obsesiona con cualquier chica hermosa que ve por la calle. Y sinceramente,
después de tantas bellas cosas imaginadas, no quisiera pensar que de verdad es
cualquier chica hermosa.
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